EMILIO LISSÓN CHAVES
EL OBISPO DE LOS POBRES
Perú 1872 -España 1961

por Angeles Infante Barrera HdlC

L'Inchiesta Diocesana, molto complessa, per le tante situazioni da approfondire e chiarire, che si era aperta nella cattedrale di Valencia il 20 settembre 2003 SI E' CHIUSA A VALENCIA IL 31 MAGGIO 2008.

1.- FAMILIA, INFANCIA Y JUVENTUD
El año 1872, el 24 de Mayo, nacía en el seno de una familia cristiana de Arequipa (Perú), un niño que fue bautizado a los dos días de su nacimiento en la Parroquia del Sagrario de la ciudad de Arequipa. En su partida de bautismo constan los nombres impuestos: JUAN FRANCISCO EMILIO TRINIDAD LISSÓN CHAVES. El se firmará siempre, Emilio Lissón. Era de ascendencia española por los Fernández de Córdoba en la línea materna, pero la familia se había afincado en Perú desde antiguo. Entre los familiares ilustres de este fiel hijo de San Vicente de Paúl, se encuentran varios poetas clásicos en la Literatura peruana y eminentes geólogos Fueron sus padres D. Carlos Lissón Hernández y Dña. Dolores Chaves Fernández, ambos de fuertes convicciones de fe y práctica religiosa regular. Siendo todavía muy niño perdió a su padre y la madre tuvo que hacer frente, en solitario, a la educación de su hijo.
La madre y abuela materna fueron las encargadas de transmitir la fe al pequeño. De ellas aprendió las primeras oraciones y lecciones de la vida cristiana. De niño estudió y aprendió la Historia de la religión narrada en el libro del Padre José García Mazo. En septiembre de 1884 fue recibido en el colegio-seminario de la Congregación de la Misión de Arequipa. Era director del mismo el gran pedagogo francés P. Hipólito Duhamel fallecido en 1908. Allí permaneció Emilio ocho años y conoció el carisma y los ministerios de la Congregación de la Misión. En estos años del seminario menor manifestó seriedad en el estudio y obediencia a las normas dadas por los superiores.

2.- VOCACIÓN DE MISIONERO
Se sintió llamado desde joven a seguir el ministerio sacerdotal como miembro de la Congregación de la Misión. En 1892 es enviado a París, donde ingresa en la Congregación el 18 de mayo para iniciar su noviciado. Tenía ya veinte años y un excelente expediente académico y disciplinar. El día 25 de Marzo de 1894 emite los Votos prosiguiendo sus estudios de Teología en París. En París tiene como profesor de Sagrada Escritura y Ciencias Naturales al gran maestro y apóstol P. Pouget, destacado por su saber, virtud y sentido eclesial.
El 8 de junio de 1895, es ordenado sacerdote en la Casa Madre de la Congregación de la Misión de París. Recibió el sacerdocio con casi doce meses menos de la edad canónica por lo que fue necesario solicitar un rescripto de Roma que le dispensaba de la edad. Después de su ordenación sacerdotal fue reclamado por el P. Hipólito Duhamel, superior del seminario de Arequipa. Emilio Lissón regresa a Perú en el mismo año de 1895 para dedicarse como profesor a los seminarios de Arequipa y Trujillo. Allí permanece distribuyendo su tiempo entre el estudio, las clases y los ministerios propios de la Congregación hasta 1909.
El ambiente de entonces en la Congregación era de fervor y fidelidad carismática, celo apostólico y mucha disponibilidad misionera. Los ministerios de los misioneros paúles o vicentinos se dirigen a la formación de los futuros sacerdotes en los Seminarios, la predicación en las misiones populares, el establecimiento de la Iglesia en los países de misión ad gentes y la atención pastoral de parroquias y colegios dedicados a la formación cristiana de los jóvenes, además de la dirección espiritual y formación de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Emilio Lissón, siendo ya sacerdote y misionero paúl, estudia en la Universidad de Arequipa Geología y Ciencias Naturales y varios cursos de Jurisprudencia, a la vez que da clases en el Seminario y participa en los ministerios de la Congregación. Tenía facilidad para el aprendizaje de lenguas, llegando a dominar el francés, inglés, latín e italiano, y obtiene notas brillantes en griego. Sin cumplir los treinta años, se le encarga la dirección del seminario menor de Arequipa y da clases de Teología y Derecho en el seminario mayor. En 1907 a la muerte del P. Teófilo Gaujon, C.M., profesor y director espiritual del seminario mayor de Trujillo es nombrado para sustituirle el P. Emilio Lissón, ministerios que desempeñará hasta 1909.

3.- MISIONERO Y OBISPO EN LA DIÓCESIS DE CHACHAPOYAS
El 10 de septiembre de 1909 el Papa San Pío X le nombra obispo de Chachapoyas. Entre los informes solicitados sobre su persona antes de su nombramiento se lee: "El P. Lissón se distingue por su austera vida sacerdotal, por su acrisolada piedad, por su rara modestia, y por su afición al estudio. Es además de carácter firme y emprendedor y de grandes iniciativas". Fue consagrado el 19 de septiembre a los treinta y siete años de edad. La diócesis de Chachapoyas era una diócesis en estado de misión y muy extensa, abarcaba parte de los Andes y parte de Ceja de Selva, ocupando una extensión similar a la mitad de España. Entonces no había caminos ni carreteras asfaltadas para los desplazamientos. Él mismo dice que de la costa a su sede episcopal tarda doce días a caballo. Hijo fiel de San Vicente de Paúl, pone a disposición de los pobres su talento, su saber, su preparación, su tiempo y sobre todo su fe. Se siente Pastor y quiere conocer de cerca de sus ovejas.
En su primera carta pastoral del 19 de septiembre de 1909 pone de manifiesto sus grandes preocupaciones pastorales: la situación y formación de los sacerdotes, los pobres, los niños, los jóvenes y todos aquellos que andan desorientados en torno a la Fe. A pesar de las distancias y la pobreza de medios, visitó la diócesis dos veces en su totalidad, unas veces en canoa, otras en mula, o caminando a pie en muchas ocasiones. Se mostró pastor cercano, amigo de los pobres y los niños de forma especial, tanto en la costa, como en la montaña o en los campos. Nada se le ponía por delante para llegar a las aldeas más escondidas de la selva. Al observar la escasez de clero nativo y el abandono pastoral de los indígenas, piensa en la forma de hacer llegar el mensaje evangélico. Para ello pide sacerdotes y religiosos a las Congregaciones europeas. Consiguió en primer lugar doce misioneros Pasionistas españoles, que para instalarlos en las diversas parroquias de su diócesis empleó tres meses completos. También logró la respuesta positiva de los Padres Franciscanos para el Colegio diocesano. El Padre Olivares, compañero de la C.M., le acompañaría durante dos años para la reestructuración del seminario diocesano. De 1909 á 1918 hizo dos veces hizo la visita "ad Límina" a Roma como obispo misionero. Con esta ocasión confiesa él mismo lo que San Pío X le dijo: "Hijo, necesitas más piernas que cabeza". A lo que Mons. Lissón respondió: "Santidad, esa exigencia pastoral sí que la tengo", y los dos se rieron amigablemente.
Reconstruyó la residencia episcopal, el seminario y la catedral. Instaló luz eléctrica en estos centros y en toda la ciudad de Chachapoyas. Celoso por la promoción social y evangelización de los nativos, estableció talleres de mecánica, una imprenta, un aserradero, carpintería y almacén, y un molino de arroz, alimentación básica para aquella zona. Fundó un periódico, un Colegio menor con residencia y realizó cuatro Sínodos diocesanos. En esta etapa le acompañó "mamá Dolores", su madre, como una misionera más durante los nueve años de estancia en Chachapoyas.


4.- MISIONERO Y ARZOBISPO DE LIMA
Para una mejor atención espiritual de sus feligreses, habilitó como parroquias casi todas las iglesias de Lima. Obtuvo de la Santa Sede para la catedral el título de Basílica menor con sus privilegios pastorales. Realizó una peregrinación mariana al santuario de Cocharcas en Ayacucho. Convocó y celebró el VIII Concilio limense y el XIII Sínodo archidiocesano. Coronó canónicamente las imág enes de Ntra. Sra. de las Mercedes y la del Rosario de santo Domingo. Recibió del Supremo Gobierno del país la donación del moderno palacio arzobispal. Para evitar una confiscación de los bienes de la Iglesia que se percibía como amenaza y lograr una mejor administración de las rentas de la Archidiócesis, creó la Sindicatura Eclesiástica en la que centralizó los bienes de las instituciones eclesiásticas para ser administrados desde el Arzobispado.
Estableció instituciones de ayuda y solidaridad económica y social para los más pobres, como "La Auxiliadora" o el Monte de Piedad. Contribuyó a la construcción de viviendas con fines sociales y pastorales y a la organización del trabajo de los mineros de forma más justa y equilibrada. En sus visitas pastorales recorría villas y campos acercándose a todos los fieles, especialmente a los campesinos y a los pobres. En 1925 representó a la Iglesia de Perú en el Congreso Eucarístico internacional celebrado en Chicago y con sus cartas pastorales fomentó la devoción a la Eucaristía como alimento de la vida cristiana. Y fue realizando una visita pastoral en el año 1931 cuando recibió la noticia de su cese en el gobierno arzobispal por la Santa Sede.

5.- MISIONERO DURANTE SU DESTIERRO EN ROMA
Su presencia religiosa, su inteligencia clarividente, su actuación un tanto audaz y prudente para defender los bienes de la Iglesia, y su gran actividad pastoral, no caían bien en algunos ambientes civiles y eclesiásticos de su propio entorno. Por ello fue denunciado y acusado a Roma por algunos sacerdotes de su diócesis, de ambición e ingerencias en la política, mala administración y poca formación teológica. Por ello, y otras circunstancias diplomáticas que parecían venir bien al Vaticano y a la Iglesia peruana, fue obligado a dimitir como Arzobispo de Lima el 8 de enero de 1931. Enseguida se puso en camino hacia Roma, sin saber el futuro que le esperaba.
El día 20 de febrero de 1931 a su llegada a Roma, el Papa Pío XI le dijo que no tenía de qué defenderse porque no se le había hecho ningún proceso y que el procedimiento seguido para su renuncia era lo más prudente en aquel momento. Esto fue todo... La renuncia había sido firmada el 8 de enero de 1931, antes de salir de Lima a instancias de Mons. Gaetano Cicognani, Nuncio de la Santa Sede en el Perú. Previamente habían llegado varias denuncias a Roma contra su persona y acción pastoral. Las acusaciones se pueden resumir en tres categorías: a) injerencias políticas; b) fracasos de los encargados de la economía, y c) falta de preparación teológica. Su estancia en Roma obedece a una situación de destierro y su itinerario en la ciudad eterna es un recorrido de pruebas, incomprensiones, soledad y penuria económica, peregrinando de un lugar a otro en busca de acogida...
Mons. Lissón, confinado durante nueve años en la Casa Internacional que la Congregación de la Misión tiene en Roma, se vio obligado a ejercer de "cicerone" para poder pagar su pensión. En ese tiempo estudia arqueología e historia eclesiástica. Se dedica a confesar a los jóvenes seminaristas, sacerdotes y religiosas, imparte retiros espirituales, hace de guía turístico-religioso a quien se lo pide y trabaja en lo que puede.
En varias ocasiones solicitó al Vaticano volver a Perú, no como Arzobispo sino como simple misionero, pero siempre se le niega el permiso de regreso sin explicaciones. Llegó a verse obligado a buscar una capellanía con asignación económica para poder sobrevivir con cierta dignidad. Lamentablemente pasó algunas épocas de necesidad, hasta el punto de pensar en la inserción en la Provincia de Roma como misionero paúl, porque no tenía medios suficientes para vivir. Sólo la Congregación de las Madres Reparadoras del Sagrado Corazón, de fundación peruana, le dio la mano y le ayudó durante su destierro en Roma. Estuvo de capellán con ellas hasta los últimos días de su permanencia en Italia. El 21 de mayo de 1940, celebró la Eucaristía por última vez en su capilla de la Casa generalicia de Via Tagliamento. La correspondencia entre Mons. Lissón y la Fundadora, Madre Teresa, refleja la hondura espiritual de su vida de fe, su forma de vivir el misterio de la cruz y el talante evangélico de su conducta en el destierro.

Poco antes de verse Italia asediada por los horrores de la segunda guerra mundial, Mons. Lissón decide pedir autorización para viajar a España, sentirse más seguro y poder realizar alguna actividad pastoral. Inició su viaje de salida por barco el 24 de mayo de 1940, dejando constancia en su agenda personal de los lugares recorridos y detalles del viaje.

6.- MISIONERO EN ESPAÑA (1940-1961)
En 1940 se refugia en España invitado por Mons. Marcelino Olaechea, obispo entonces de Pamplona. En España fue muy bien recibido tanto por Mons. Marcelino Olaechea y Loizaga, como por el Cardenal D. Pedro Segura, a quienes había conocido en Roma. A su llegada a España el 6 de junio de 1940, invitado por los Padres Paúles, peregrina por las tierras de San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz. Así inicia su estancia y apostolado en España. Movido por el único deseo de cumplir la voluntad de Dios y servir a la Iglesia, se establece en Sevilla en la Casa de los Misioneros de la Congregación de la Misión. Allí hace de obispo auxiliar del Cardenal Segura y alternaba su estancia en Sevilla con la de Valencia, requerido por D. Marcelino Olaechea. Éste al iniciarse la década de 1950 le lleva a vivir con él, en el palacio episcopal. Estaba disponible para el servicio que se le pidiera en Valencia y en cualquier otra diócesis. También desde España solicitó el permiso para volver al Perú, pero desde Roma le fue denegado.
A lo largo de los años de postguerra, había 13 diócesis vacantes en España, ya que sus obispos habían sido perseguidos y asesinados. El se pone a disposición de la Conferencia de los Obispos para administrar el sacramento de la confirmación, realizar visitas pastorales y conferir ordenaciones. Así recorre las diócesis de Sevilla, Valencia, Badajoz, Alicante, Teruel, Cuenca, Madrid, Salamanca, Albacete, Jaén, Murcia.... En aquella época (1940-1961), la mayor parte de los campesinos eran pobres y las condiciones de vivienda muy poco confortables. El se hospedaba en sus casas. Los gitanos y pobres de Sevilla que le conocían bien, decían de él: ¡"Monseñó er zanto"!... Daba todo lo que tenía, hasta lo más personal, como su ropa, su sombrero o su paraguas para que lo vendiesen, e incluso su anillo. Había que advertirle que las cosas que usaba eran prestadas, para que consciente de que no eran suyas, no las pudiera dar quienes se lo pedían.
Y a pesar de las múltiples ocupaciones y viajes, le quedaba tiempo para conferir las órdenes sagradas a los sacerdotes de la Congregación de la Misión, tanto en la provincia de Barcelona como en la de Madrid. También dedica tiempo a investigar en el Archivo de Indias de Sevilla. Sus trabajos fueron publicados en cinco tomos bajo el título: "La Iglesia de España en el Perú". Los pingues beneficios que obtuvo de la publicación fueron destinados a becas de estudio para futuros sacerdotes de Perú. No fue fácil para él la vida en España. Trabajó mucho hasta el final de su vida, pero en el silencio y la humildad, como un monaguillo. Y así le sorprendió la muerte en Valencia el 24 de diciembre de 1961. El día 26 de diciembre se celebró el funeral en la Catedral, presidido por D. Marcelino Olaechea. Muchísimos sacerdotes, religiosos y fieles llenaban el templo y entre ellos una gran representación de Hijas de la Caridad y de Misioneros paúles. Fueron varias las voces que exclamaron: "Ha muerto un santo". Con este sentimiento fue enterrado en la cripta de la Catedral de Valencia.
Los hechos y actitudes de su vida después de 1931 manifiesta una humildad a toda prueba, un amor lleno de misericordia para sus perseguidores y gran caridad para con los pobres, "lo daba todo", dicen quienes le conocieron. Poseía la virtud de la obediencia en grado extraordinario ante la más mínima insinuación, a imagen de Cristo que se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Otra faceta de su virtud heroica es el silencio sobre sus "enemigos", y detractores, teniendo siempre su mirada fija en Jesús que muere perdonando a sus enemigos.